Hablar de una sola historia del aborto es casi imposible. Su cronología, ramificaciones, procedimientos, tradiciones y discusiones, están enterrados en los campos minados del terreno de la historia universal hegemónica. El aborto es tan antiguo como la humanidad. Entre más lo estudiamos fuera de los documentos oficiales, más caemos en cuenta de lo milenaria que es la práctica, de la importancia que ha tenido siempre. Es más bien su legalidad la que se ha visto continuamente amenazada por los sistemas de opresión.
La información que tuvimos por generaciones, generalmente proviene de hombres; filósofos, “científicos” e historiadores avalados por la iglesia católica. ¿Sí vemos el problema en eso, verdad?
Desde los años 70 se habla y se estudia progresivamente con más apertura los registros olvidados sobre procedimientos médicos, y se escucha con más atención a las diversas tradiciones de oralidad alrededor del mundo que indican conocimiento de métodos de interrupción del embarazo—y también hablan sobre las consecuencias emocionales y sociales. Más adelante hablaremos de la historia del aborto en México, donde estás cuestiones quedan claras; el aborto era común en la mayor parte de la América colonial, pero se mantuvo en secreto debido a las estrictas leyes contra la actividad sexual soltera y poligamia.
Desde la antigüedad occidental la interrupción del embarazo se ha asociado con mujeres marginadas, como trabajadoras sexuales, y se insistía mucho en el riesgo de muerte del feto y el gran peligro que representaba para la salud de las mujeres. Por ejemplo, en el juramento hipocrático, Hipócrates se niega a ayudar o recomendar la eutanasia y se niega a dar abortos dado el peligro de perder la vida de la madre.
Pero no existía realmente una ley en contra, de hecho las sociedades griegas tenían un interés especial por controlar la natalidad, lo dice Platón en La República cuando elabora sobre el aborto necesario (como garantía individual) en caso de incesto o cuando los padres fueran personas de edad.
Para la Baja Edad Media la documentación de recetas, medicamentos, métodos quirúrgicos y curas para el aborto, es diversa y depende de la región. Todos los registros de herbolaria durante esta etapa en Europa son sorprendentes; las prácticas médicas consistían en anticonceptivos a base de hierbas, farmacéuticos y medicamentos abortivos, pero también algunas intervenciones quirúrgicas, a lo que hoy nos referiríamos como abortos tardíos.
Al mismo tiempo hay registros oficiales sobre cómo se estigmatizaba a la mujer que había usado con éxito los remedios. Si bien las opiniones legales y religiosas oficiales condenaron la práctica, con la bandera de la salud de las mujeres una gran cantidad de tratados médicos producidos por y para mujeres cristianas ricas a lo largo de este periodo, traicionan la historia que nos han hecho creer. Se trata de una realidad radicalmente diferente: una en la que las mujeres tenían una gran cantidad de anticonceptivos farmacéuticos, diversas prácticas para inducir abortos espontáneos, y procedimientos quirúrgicos para la interrupción del embarazo. Cuando se trataba de salvar la vida de una mujer rica, los médicos cristianos recomendaban sin vacilar estos mismo procedimientos.
Los textos ginecológicos estaban repletos de recetas de supositorios anticonceptivos, espermicidas y abortivos. La ginecología del siglo II de Sorano de Éfeso detalla estas recetas y aboga por su uso para las mujeres que tienen una razón médica para prevenir el embarazo, oponiéndose a su uso “por adulterio”. Se llegó a acusar a muchas mujeres de adulterio y “deseo engreído de preservar la buena apariencia” por practicar abortos.
La misma iglesia católica romana primitiva, permitía el aborto para fetos en los primeros 40 días de embarazo al mismo tiempo que lo condenaba, era un estira y encoge constante. Fue hasta 1588 que el Papa Sixto V declaró que el aborto es asesinato y la excomunión como castigo. Tres años después se decretó que la sanción absoluta era inviable, y nuevamente se permitieron abortos tempranos. Son 300 años de ir y venir, antes de que Pío IX declare nuevamente el asesinato por aborto.
La evidencia histórica médica de esta etapa también propone una historia muy diferente a la que cuentan los textos religiosos o legales oficiales. El quid de la cuestión es que las mujeres cristianas estaban practicando abortos y usando anticonceptivos. También notamos que las mujeres cristianas de élite no solo habían recurrido a los mejores conocimientos médicos de su época, sino también a la privacidad para emprender estas prácticas sin vergüenza.
En 1930, Pío XI dijo que la vida de la mujer y del feto eran igualmente sagradas, que nadie tenía el poder ni la autoridad para destruirlas; y Pío XII refrendó esta argumentación dándole normas a la rigidez de la iglesia frente a este asunto del “niño por nacer”. Pablo VI en 1968, confirmó la misma concepción.
La presión para prohibir el aborto también tenía una motivación de los doctores como una forma de atacar a aquellos que no eran médicos de profesión (curanderos y parteras) y que llevaban a cabo la mayoría de los abortos.
La Unión Soviética se convirtió en el primer estado moderno en legalizar formalmente el aborto en 1917, pero rápido tomó el lado contrario cuando tuvieron que hacer frente a los nazis. Después de la Segunda Guerra Mundial el aborto volvió a ser legal en algunas regiones, pues la mano de obra femenina era prioridad.
Las leyes que prohíben absolutamente la práctica del aborto son un desarrollo reciente, llegaron en el siglo XIX. Todo el pragmatismo con el que se vio al aborto durante el siglo XVIII se convirtió en conservadurismo y tabú para el siglo XIX. Las leyes contra el aborto se generalizaron en toda Europa y sus colonias, y para 1900 el aborto era ilegal en casi todas partes de América, excepto para salvar la vida de la madre.