De aquí no quiero ser

Share on twitter
Share on facebook
Share on whatsapp
Share on email

Me veo en el espejo y no logro distinguir qué parte de todo esto me pertenece. Me refiero a mi cuerpo, claro. Hubo alguna vez en donde me pertenecía, en donde lo disfrutaba, en donde lo llevaba conmigo a donde fuera (o bueno, más bien nos acompañábamos). Era mío y de nadie más. Era mi casa, mi espacio seguro y ahora lo miro y lo desconozco. 

Siempre hay un antes y un después. Hay experiencias en la vida de las que no te puedes deshacer. Hay experiencias que te hacen odiar tu cuerpo, que hacen que quieras desecharlo, cambiarlo por otro, o quemarlo y que de alguna forma renazca mágicamente de las cenizas, limpio, pulcro, nuevo, prístino. Pero todos los días te despiertas y ahí está. Recordándote a cada momento de lo que pasó. Y todo los días lo culpas, lo rechazas y lo repudias por todo lo que te hizo pasar. No merece tu aprecio, no merece tu amor. Ni tú el suyo, nos traicionamos y nunca más volverá a ser igual. Porqué no grité, porqué no corrió más rápido, porqué se quedó inmóvil, petrificado cual estatua en un museo mientras nos manoseaban y ultrajaban sin piedad (las envidio, al menos a ellas no las pueden tocar). 

¿Por qué no dije que no? ¿Hubiera importado? Si habló hoy, me creerán? Él se lo dijo a todos. Y esa es la narrativa con la que se han decidido quedar. Es más fácil, supongo. Pero no les contó todo. No les contó que le pedí que parara. No les contó que intenté salir corriendo y me sometió. No les contó que me forzó a abrir las piernas mientras me decía que si no cooperaba me iba a doler más. Tampoco les contó que lloraba silenciosamente mientras restregaba su cuerpo infame sobre el mío. Lo último que me dijo fue “cuando llegaste aquí sabías que esto iba a pasar, no se te vaya a ocurrir andar diciendo que te forcé, porque igual, nadie te va a creer”. Y con eso, en un abrir y cerrar de ojos se llevó mi mente, mi cuerpo y mi vida. 

***

Todos conocemos al menos una historia así. Conocemos a las violadas pero no a los violadores. Los violadores más bien son los chingones que van contando historias de sus conquistas a quien se deje, soltando frases grotescas como “no sabes que rico me la cogí”, recolectando trofeos en un torneo de caza humana llamado vida. Las violadas son aquellas mujeres a las que no les podemos creer y menos a esas que no siguen el guión que tan claramente se les entregó como instructivo de juguete al nacer. Siempre han sido brujas, putas, chismosas y, sobre todo, accesorios de hombres. Son objetos o seres inertes diseñados para el placer de otros y hechos listos para ser usados por cualquier que muestre interés. Este es el mundo que hemos construido y a esto es a lo que día con día nos exige pertenecer y seguir normas arbitrarias que solo crean desequilibrios de poder y que permiten que cada 3 minutos violen a una mujer. De aquí no quiero ser, a mi háblenme hasta que todes hayan aceptado lo que Angela Davis llama “la idea radical que las mujeres somos personas”.