A las mujeres se les ha enseñado a lo largo de la historia que deben cumplir con ciertos estándares de belleza establecidos para poder ser aceptadas por la sociedad y, sobretodo, para ser merecedoras de valor en el contexto en el que se desarrollan. Dichos estándares se han renovado y han ‘evolucionado’ a través del tiempo; sin embargo, nunca han sido totalmente incluyentes ni han logrado representar la multiculturalidad y diversidad existente en el planeta. En esta desgastante búsqueda por tratar de cumplir o asemejar los modelos de perfección impuestos, muchas veces hemos olvidado cuestionar los mensajes y estereotipos implícitos en el concepto de belleza actual. ¿De dónde aprendiste que era ‘bonito’ y que no? ¿Por qué persigues un estereotipo de belleza impuesto? ¿Por qué todo aquello que no es delgado, blanco, alto, estilizado y joven lo consideras ‘exótico’ o no agraciado? ¿Por qué sientes la necesidad de catalogar a las personas? ¿Quién crees que eres para clasificar a los seres humanos con base en su apariencia?
Para lograr entender de dónde vienen todos estos prejuicios resulta importante destacar que el actual concepto de belleza está totalmente influenciado y comprendido desde la perspectiva de belleza europea a partir de la conquista, al menos en México y América Latina. De esta manera, cuando los europeos arribaron a Latinoamérica (y a gran parte del resto del mundo) impusieron sus creencias en las sociedades nativas de los lugares conquistados y, desde ese momento, establecieron como método de dominio hacia los indígenas la segregación racial, que es la falsa idea de que existen razas superiores a otras; impregnando así, la concepción poco acertada de que mientras más blanca sea la tez de la piel, más ‘fina’ es la raza, lo que automáticamente te convierte en una persona más ‘bella’ dentro de la escala de belleza establecida. Asimismo, esto dio pie a la estructura de clases basada en la supremacía blanca que todavía hoy permea la sociedad mundial, mismo que desencadenó una alarmante discriminación racial desde sus inicios. Ahora, es importante destacar que estas ideas fueron impuestas en México hace ya más de 500 años, lo que obviaría la urgente necesidad de cuestionar nuestras creencias relacionadas a la belleza y renovar este concepto. Además, es fundamental recalcar que un gran porcentaje de la población mexicana es mestiza, misma que muchas veces discrimina alarmantemente sus orígenes y reniega de ellos.
En el largo camino de de-construcción personal y social, es necesario identificar los motivos que se esconden detrás de las doctrinas aprendidas; en este caso, es esencial reconocer la industria multimillonaria que respalda la imposición de la belleza occidental con el fin principal de lucrar, sin importar las gravísimas repercusiones que estos inalcanzables estándares de belleza causan en la vida de tantas mujeres. Diferenciar y juzgar a una persona por su origen, su tono de piel, los kilos en la báscula, los bellos en su cuerpo, la ropa que usa, los lunares y pecas de su piel, la comida que ingiere, o cualquier otra razón, resulta absurdo e inaceptable en pleno 2020. Al entender que este canon hegemónico idealiza la figura femenina y la estereotipa en modelos de perfección absurdos, es más fácil comprender que los cuerpos mostrados por los medios masivos de comunicación no representan cuerpos reales ni son inclusivos y, por lo tanto, no deben ser percibidos como un estándar de belleza ni un objetivo a lograr, pues un cuerpo real cambia todo el tiempo.
Simultáneamente, es justo mencionar que en distintas plataformas se han realizado esfuerzos por tratar de visibilizar la diversidad estética y corporal alrededor del mundo. No obstante, aun cuando ya existen estos espacios de apertura para personas con apariencia distinta al estereotipo blanco establecido, además de ser una minoría, muchas veces buscan moldear o ajustar a estas modelos o actrices ‘exóticas’ a ciertas métricas hegemónicas a través del maquillaje o la ropa que ocupan; no permitiéndoles mostrar ni visibilizar su cultura y orígenes, pues de una u otra manera se ven forzadas a introducirse en los estereotipos de belleza preestablecidos.
¿Qué pasaría si se cambia la narrativa respecto a este concepto? ¿Y si en vez de seguir oprimiendo a las mujeres por su ‘nivel de belleza’ analizamos la latente necesidad que tenemos como sociedad por clasificar a una mujer con base en su apariencia física y rasgos de nacimiento (sobre los cuales ella no tuvo control alguno)? ¿Cuántas empresas quebrarían si empiezo a cambiar la narrativa respecto al cuerpo femenino? ¿Me resultaría incómodo, personalmente, cambiar mi percepción de belleza y estética? ¿Qué tengo que sacrificar para poder evolucionar y de-construirme en este tema? ¿Es acaso que busco ocultar mis carencias internas a través del cumplimiento de los estándares de belleza impuestos?
Es momento de normalizar que no todos los cuerpos son iguales y eso está bien, pues la belleza está en la diversidad y en el ser único. Las mujeres no deben ser ni flacas, ni blancas, ni altas, ni gordas, ni chaparras, ni nada. Solo deben ser. Ninguna mujer tiene porqué cumplir con los modelos de belleza occidental si así no lo desea. Las mujeres pueden hacer lo que quieran y puedan con su cuerpo, por ellas y para ellas, para nadie más. La belleza real existe, eres tú.
por Gabriela Fernanda Maldonado Ortega